Cuenta la leyenda que…hace años había un grupo de siete músicos que tocaban durante la noche y madrugada en la plaza de San Miguel de Allende. Una noche cuando al terminar su jornada pasaban por el callejón de piedra Chinas escucharon una carreta que iba bajando por el callejón, cosa que se les hizo muy extraño puesto que el callejón era muy estrecho para que que cupiera alguna carreta.
Se asomaron y lograron ver de cerca la carroza, está se detuvo y de ella se bajó un hombre de sombrero que vestía muy elegante, el hombre le pidió a los músicos que tocaran en una fiesta cerca de allí, al principio se negaron pues estaban cansados, sin embargo, el hombre les prometió comida diversión y bebida cuánto quisieran además de buen dinero y se comprometió que al final él, los llevaría de regreso al callejón.
Minutos después aceptaron, pero únicamente cupieron seis de los siete que iban, dejando al trompetista fuera de la carroza, al cual, el hombre del sombrero se miró hacia él y le dijo: tú ve a casa, con ellos iré a la fiesta.
Durante el camino los músicos aseguraron que dentro de la carreta no se sentía el golpeteo de las piedras o siquiera que se fueran moviendo en todo el camino, cosa que los preocupó y empezaron a arrepentirse. Al poco tiempo llegaron a una enorme hacienda. Algunas versiones de la historia cuentan que los músicos decían reconocer a los invitados de la hacienda como vecinos de San Miguel que ya habían fallecido.
Cuando terminaron de tocar desesperados buscaron al hombre del sombrero, luego de no tener éxito, los interceptó un tipo de sombrero ranchero quién los subió de regreso a la carreta vieja tirada por mulas.
En el camino los músicos sin darse cuenta se quedaron dormidos y al despertar se dieron cuenta de que estaban abandonados en un Cerro del cual bajaron con ayuda de un arriero que los encaminó de regreso a San Miguel.
Al llegar a su destino, lo primero que hicieron fue buscar al trompetista para que les corroborara toda la historia y al finalizar su anécdota los seis músicos quedaron helados cuando su compañero les confesó que él había sido rechazado gracias a un escapulario que él portaba y les aseguró que el señor aquél se trataba del mismísimo diablo que los había llevado a tocar a una fiesta en el infierno.
