San Judas Tadeo, uno de los doce apóstoles de Jesús y patrono de las causas difíciles, sufrió un martirio violento en el siglo I por negarse a renunciar a su fe y adorar a los dioses paganos; según distintas versiones, fue golpeado brutalmente y decapitado, aunque también se mencionan crucifixiones u otras torturas antes de su muerte.

A pesar de ello, su sacrificio lo convirtió en un símbolo de perseverancia y fe, siendo venerado por millones de personas que lo invocan como intercesor en situaciones complicadas o desesperadas, manteniendo vivo su legado como ejemplo de devoción y resistencia ante la adversidad.