Michael, un niño de seis años que murió durante una resonancia magnética en un hospital de Nueva York debido a graves negligencias del personal. Según el reporte, el equipo médico ingresó por error un tanque de oxígeno metálico a la sala, y cuando la máquina se encendió, el imán atrajo el cilindro con fuerza, golpeando la cabeza del menor.
La máquina no contaba con un sistema de apagado inmediato, por lo que pasaron minutos antes de que pudieran auxiliarlo. Aunque Michael fue atendido de emergencia, falleció días después. La investigación confirmó múltiples fallas en protocolos, capacitación y seguridad, lo que llevó a indemnizaciones millonarias y a una reforma nacional en las normas de resonancia magnética.